Un libro para quienes hacen oración, pero aspiran a descubrir los íntimos secretos de las verdades divinas, y escuchar el mensaje personal que el Espíritu Santo dirige a cada hombre. Un mensaje que convierte la oración en un camino de amor, y el itinerario espiritual en un deseo incoado y siempre insatisfecho de contemplación. El amor de Dios se encuentra en la cúspide más alta, y desde allí le atrae con fuerza creciente a medida que pasan los años.
Crítica
El autor propone que el principio de la vida contemplativa no es sino la capacidad de asombrarse de lo que hace Dios, de su amor por nosotros; este asombro viene a equipararlo con la Sabiduría del corazón de la que habla la Escritura. Partiendo de esa idea va desarrollando los temas que intervienen en la vida contemplativa: el Amor de Dios, la correspondencia a ese Amor, la filiación divina, la misericordia, la Humanidad de Jesucristo, su pasión, muerte y resurrección. Luego plantea en qué consiste la lucha interior, una lucha feliz, que se apoya en la piedad y en el crecimiento de las virtudes.
En la tercera parte entra al tema de la contemplación y desarrolla el papel que juegan María, la Eucaristía, el Espíritu Santo y sus dones. En la cuarta parte desarrolla algunas consecuencias de esta vida contemplativa, sobre todo el necesario crecimiento de la afán apostólico, el descubrimiento de Dios en las realidades cotidianas, y que todo colabora en la construcción de la Iglesia en el mundo. Termina con algunos temas que podrían señalar el culmen de la vida interior, como el trato con la Santísima Trinidad y el esfuerzo por cumplir la voluntad de Dios. Es un libro que expone con sencillez que la vida contemplativa puede conseguirse sin necesidad de cosas raras.
Especialmente útil en estos tiempos, pues en el desarrollo de los distintos temas aparece constantemente la idea de que la vida de fe es el encuentro con la persona de Jesucristo.
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